Los siete durmientes de Éfeso

A lo largo de la historia han circulado multitud de leyendas sobre un hombre que cae sumiso en un sueño profundo y despierta años, o incluso siglos más tarde. Lo sorprendente es que la evolución del mundo ha seguido su curso pero no el hombre en cuestión, el cual se mantiene igual a como se acostó. Muchas culturas, como la oriental se ha hecho eco de leyendas similares, pero el origen de todas ellas supuestamente recae en la leyenda de los Siete durmientes de Éfeso, narrada por Simón Metafraste, hagiógrafo ( aquel que se dedica a escribir biografías de santo y hechos antiguos relacionados con la Iglesia ) bizantino que vivió en plena Edad Medieval.

La leyenda se situa en la ciudad turca de Éfeso, una de las diez más relevantes cercanas al mar Egeo ( que separa Turquia de Grecia ). Durante el reinado del Emperador romano Decio ( 249-251 dC ) éste creyó que uno de las causas de la corrupción y decadencia de la sociedad romana contemporánea era la pérdida de protagonismo de los cultos. Por ello, emprendió por todo el imperio una série de ofrendas para recobrar el favor de los dioses. Esto chocó con el auge del cristianismo, que sufrió épocas de tolerancia y persecución por parte de Roma hasta el 325 bajo el reinado del emperador Constantino.




Éfeso no se libró de hacer su ofrenda y aquel que no aceptáse hacerla, corría el peligro de ser torturado y ser sentenciado a pena de muerte. A causa de un chivatazo, siete jóvenes de la ciudad fueron llamados ante Decio. Ésos siete chicos ( Maximiliano, Iamblicus, Martín, Juan, Dionisio, Exacustodianus y Antonino o según Gregorio de Tours, obispo y historiador francés, Aquílides, Diomedes, Diógenes, Probato, Esteban, Sambato, y Quiriaco ) eran todos cristianos, y así se declararon en presencia de Decio. Pero el Emperador no tomó represalias, ya que todos ellos formaban parte del ejército mlitar de la ciudad y eran de origen noble ( Maximiliano por ejemplo era hijo del administrador de la ciudad ).

Decio les liberó como soldados, y les dió una segunda oportunidad para que reflexionasen antes de su vuelta, puesto que tenia campañas militares de por medio. Los siete jóvenes no renunciaron a su fé, pero tampoco querían ser mártires. Dieron todas sus pertenencias a los pobres y con tan sólo unas pocas monedas, huyeron a la montaña Ochlon, dónde se refugiaron en una cueva. Cuando Decio volvió y se puso al corriente de los hechos, mandó tapiar con piedras la cueva. Los siete jóvenes, que estaban durmiendo cuando eso ocurrió despertaron, según dice la leyenda, más de cien años después, en pleno reinado de Teodosio.


La cueva había sido abierta para construir allí un establo por un joven hacendado, y los siete durmientes despertaron de su largo sueño, sin saber que ya no estaban en su época. No queda claro de su fue Dionisio o Jamblicus el encargado de ir a comprar víveres a Éfeso, pero una vez allí se sorprendió de lo que vió. Una enorme cruz cristiana colocada en lo alto de una de las puertas principales, gente por la calle que habbala libremente de Jesucristo, el joven durmiente pensaba que se había equivocado de ciudad. La prueba definitiva la encontró cuando se disponía a pagar el pan con monedas acuñadas en su época y tremendamente raras en el tiempo dentro del cual se encontraba. Se produjo un revuelo en la ciudad, pues nadie conocía a ése chico misterioso que pagaba con monedas de valor casi incalculable. El obispo y el gobernador de Éfeso, San Martín y Antípater, pidieron al chico que les lleváse a la cueva para demostrar que no era un timador, pues no se fiaban de él. Cuando vieron que los siete jóvenes habían permanecidos incorruptos al paso del tiempo, lo proclamaron un milagro y el Emperador Teodosio acudió al lugar a verlo con sus propios ojos. En ése momento, los siete durmientes salieron de la cueva y todo aquél que veía la escena se quedó maravillado del milagro. Maximiliano dijo unas palabras antes de convertirse en polvo junto con el resto de durmientes, haciendo alegato a la creencia de Dios y su poder de resurrección. Los restos de los jóvenes fueron sepultados en la propia cueva a petición expresa de ellos mediante un sueño que tuvo Teodosio, y encima de la cueva fue construida una iglesia en su honor.



Esta leyenda, como se ha indicado al principio de la entrada, está presente a lo largo de diversas culturas y religiones más allá de la cristiana. El propio Corán hace referencia al suceso, y hay muchas otras leyendas similares, como la del fraile que se quedó dormido en un bosque disfrutando del placer de la naturaleza durante 200 años, o la de un joven pastor griego llamado Epiménedes, que en pleno monte al mediodía, decidió hacer una siesta en una cueva. Ésa siesta le costó 50 años, pero al contrario que en Éfeso, Epiménedes no desapareció cuando descubrió lo que le había sucedido. La sociedad tambien se ha hecho eco de la leyenda: el escritor ( entre muchos otros oficios ) Goethe le dedicó un poema y el científico Voltaire dijo que el milagro hubiera sido más efectivo años antes, dónde aún habían escépticos a los que convencer.




Fuente (1, 2, 3, 4 )

2 comentarios:

Unknown dijo...

Interesantísima leyenda. Lo cierto es que no la conocía... ¡Curioso!

HVN dijo...

Totalmente de acuerdo con Ollodepez, muy interesante la leyenda, que tampoco conocía, aunque había leido anteriormente sobre personas que dormian tanto tiempo

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